COLABORACIÓN
Por Manuel Castillo
Introducción:
En Mi Pueblo, existía un fenómeno peculiar en el que los habitantes de la ciudad de La Romana eran llamados «locos». Cuando éramos niños, solíamos escuchar a nuestros familiares utilizar este término e incluso algunos de nosotros los provocábamos. Sin embargo, con el tiempo, me di cuenta de que teníamos que llevar las cosas al extremo para que ellos se defendieran.
En realidad, Capi, Balilo, Moña y Marañao nunca lastimaron a nadie. Nunca presencié a Tita agrediendo a nadie. Sorprendentemente, éramos nosotros, los «cuerdos», quienes lanzábamos insultos y nos comportábamos agresivamente hacia ellos, considerando eso como algo normal. Por lo tanto, afirmo que los verdaderos «locos» de Mi Pueblo éramos nosotros.
El origen del apodo:
El etiquetar a los residentes de La Romana como «locos» se originó en estereotipos y prejuicios. Era una forma de diferenciarnos y establecer una sensación de superioridad. Creíamos que nuestro pueblo era racional y tranquilo, mientras que La Romana se veía como caótica y frenética.
El término «locos» se convirtió en algo arraigado en la conciencia colectiva, perpetuando una narrativa divisiva que alimentaba nuestro maltrato hacia ellos.
Cuestionando la normalidad:
Reflexionando sobre aquellos tiempos, es esencial cuestionar la noción de lo que se considera normal.
¿Cómo se volvió aceptable para nosotros, los supuestamente racionales, someter a otros a insultos y daño físico?
En lugar de abrazar la diversidad y la comprensión, elegimos oprimir y discriminar a nuestros semejantes basándonos en su lugar de origen. Esta realización nos obliga a enfrentar nuestros propios prejuicios y el daño que causaron.
Reconociendo su humanidad:
A medida que fui creciendo, comencé a interactuar con las personas de La Romana a un nivel más personal. Descubrí que no eran «locos» en ningún sentido negativo. Eran individuos con sueños, aspiraciones y familias, al igual que nosotros.
Poseían amabilidad, compasión y resiliencia que a menudo pasaban desapercibidas. Fue entonces cuando entendí la injusticia que habíamos cometido contra ellos.
Rompiendo el ciclo:
Reconociendo nuestros errores del pasado, es crucial romper el ciclo de discriminación y maltrato. Debemos promover la aceptación, empatía y unidad entre todos los miembros de Mi Pueblo, independientemente de su origen o lugar de procedencia. Es hora de desmantelar los estereotipos dañinos que nos dividen y abrazar la riqueza que la diversidad nos brinda.
Conclusión:
En retrospectiva, queda claro que los verdaderos «locos» de Mi Pueblo no eran las personas de La Romana, sino nosotros, los residentes de Mi Pueblo.
Nuestro prejuicio y maltrato hacia los demás basados en su origen eran injustos e infundados. Es fundamental que cuestionemos estas narrativas perjudiciales y trabajemos hacia una comunidad que abrace la inclusión, la comprensión y el respeto.
De esta manera, podemos crear un futuro en el que el término «locos» sea reemplazado por la unidad y la apreciación por la humanidad compartida que nos une a todos.
El autor, nativo de La Romana, es inversionista residentes en la ciudad de Buford, Georgia, Estados Unidos. Es el actual Presidente de La Gran Parada Dominicana de Georgia y Secretario de la Cámara de Comercio Dominico-Americana de Georgia, Estados Unidos.