Por Rafael Chaljub Mejía
Recién, ayer 21 de diciembre, se cumplieron sesenta años de tu noble inmolación en aras de la causa que fue el móvil fundamental de tu vida y por la cual te sublevaste en las montañas de tu patria.
En tan sublime ocasión vengo a seguir la tradición que he mantenido por décadas de escribirte en cada aniversario de tu muerte para decirte lo mismo. Aquí estamos. Y, al hacerlo hoy, también te digo: Muchas gracias, Manolo.
Porque exististe, orientaste mis pasos por la senda revolucionaria de la izquierda, por tu demostrada consecuencia entre las palabras y los hechos y por las enseñanzas que dejaste como herencia.
Sembraste valores en el corto tiempo de tu paso por la vida, los abonaste al precio de tu sangre. Señalaste el horizonte de lo que debía hacerse en aquel momento histórico para enfrentar la dictadura militar y el oprobio que se había impuesto con el golpe de Estado del 25 de septiembre.
Ese horizonte condujo al hecho glorioso del 24 de abril y a la resistencia a las tropas imperialistas que desembarcaron el 28. Entonces estuviste presente porque tu nombre y tu legado volaron como un águila gigantesca en el cielo de su patria insurrecta.
Pero la tarea está inconclusa y tu sigues marcando el horizonte hacia el cual debemos seguir marchando para realizar todo lo que falta por hacer. Muchas Gracias por seguir orientándonos.
Personalmente, me queda una cosa por contarte. El martes pasado viví el momento emocionante de recibir un reconocimiento del Ayuntamiento de San Francisco de Macorís, encabezado por el alcalde don Siquió Ng de la Rosa, a los integrantes del frente guerrillero Hermanas Mirabal en cuyas filas milité como soldado raso. Emocionante estar allí con dos de los otros tres sobrevivientes de ese frente.
Volver a ver a Aquiles Reinoso Paulino y poder volver a recibir el abrazo esperado y ansiado por tantos años de mi compañero Juan Antigua Javier. Entonces, emocionado, le dije a Manolo lo que ahora le repito: Mis fuerzas físicas, ya gastadas de años, de esfuerzos y caminos, no me permiten moverme con la agilidad del jovencito que se fue contigo a las montañas.
Pero aquí está el viejo, al cual le sobran la conciencia, las fuerzas morales y espirituales para prometerte que primero muerto antes que deshonrar tu herencia heroica. Debilidades y fallas aparte, sesenta años después: Aquí estamos, Manolo. Aquí está tu soldado agradecido: Muchas gracias, Manolo.