COLABORACIÓN
Por Antonio Corcino
La recreación es salud, y el turismo es paz. Esta frase resume la importancia fundamental que tienen el ocio y el turismo en el bienestar y la armonía de una sociedad. En el contexto dominicano, esta relación entre turismo y paz adquiere un significado aún más relevante, pues el desarrollo turístico ha sido tanto motor económico como fuente de desafíos sociales.
Según cifras impactantes, el turismo en la República Dominicana ha experimentado un impresionante aumento, pasando de 1,177,000 llegadas en 1995 a más de 6 millones en 2023.
El turismo es una importante fuente económica para el país, generando empleos e ingresos. En 2023, contribuyó con US$9,828 millones a la economía.
Sin embargo, se han observado deficiencias en la planificación y enfoque del desarrollo turístico, con acciones precipitadas y falta de consideración por aspectos sociales y ambientales.
El turismo se ha convertido en una fuente económica crucial, generando empleos e ingresos significativos. No obstante, las deficiencias en la planificación y enfoque del desarrollo turístico han dejado de lado aspectos sociales y ambientales importantes.
Aunque se han realizado inversiones gubernamentales en proyectos turísticos, como los 89 proyectos en 18 provincias con un valor de RD$8,4000 millones, sigue siendo evidente la falta de una visión integral que considere todas las implicaciones de esta industria.
La comercialización enfocada en «playa y sol» y «todo incluido» ha provocado acciones precipitadas y una falta de atención a los detalles necesarios. Esta orientación ha restringido el compromiso profundo y ha priorizado principalmente los resultados económicos.
A pesar del dinamismo económico del turismo, el modelo de desarrollo turístico «enclave» no ha logrado mejorar significativamente el Índice de Desarrollo Humano (IDH) en la región Yuma, donde persisten desafíos como la vulnerabilidad climática, el bajo rendimiento educativo y la alta desigualdad de género.
Este panorama plantea preocupaciones y nos invita a reflexionar sobre la evolución del turismo en el país, resaltando hechos que podrían poner en riesgo su sostenibilidad y el bienestar de las comunidades tras 56 años de explotación turística.
Aunque también es importante señalar que se observa una relativa calma en ciertos aspectos, como en el distrito municipal Verón-Punta Cana, cuyos sectores como Cristinita y Villa la Fe proyectan las consecuencias de cambios rápidos y traumáticos en su entorno social y económico. Se nota en su fatiga y en la dificultad de tener que adaptarse a nuevas rutinas y estilos de vida debido a horarios rotativos y condiciones laborales desfavorables.
Además, la falta de acceso a servicios básicos y espacios comunes, como parques y centros recreativos, agrava aún más la situación. Esto se traduce en una sensación de exclusión y desigualdad manifestada en la ocupación de espacios deteriorados y un aumento en los niveles de inseguridad en estas comunidades.
Entonces, podemos convenir que, el desarrollo turístico dominicano representa un doble filo: gestionado correctamente con políticas públicas efectivas y un enfoque en el bienestar local, puede ser un motor de paz y prosperidad para toda la sociedad.
No obstante, descuidar sus implicaciones sociales, ambientales y culturales puede agravar los efectos negativos, afectando la estabilidad y el bienestar de las comunidades a largo plazo.