COLABORACIÓN
Por Lester McKenzie Hamilton
Desde hace un tiempo, en lo que parece ser un plan bien orquestado, nos estamos acostumbrando a vivir rodeados de violencia como si fuese un estado normal de la convivencia social en la sociedad de nuestros días de forma tal que hemos perdido nuestra capacidad de asombro.
Nuestros “modales culturales de antaño” de repente se han convertido en una total cultura de agresión física, mental y hasta visual.
En estos días las interrelaciones personales llevan una buena cuota de violencia: Discutimos con violencia, Conducimos con violencia, Corregimos los errores de los demás con violencia.
La policía en todas partes del mundo trata de imponer el orden con violencia, los países civilizados que propugnan por la paz dirimen sus diferencias con la guerra = violencia y hasta las grandes manifestaciones por la PAZ terminan en un mar de violencia con heridos y hasta muertos.
Según estudiosos de la conducta humana, la mitad de los adolescentes en el mundo sufre de algún tipo de violencia escolar.
¿Qué esta pasando? ¿Es que el ser humano nace con predisposición a la agresividad y no puede evitarla o mas bien se hace agresivo por la influencia del medio ambiente en que se desarrolla?
Tal vez la respuesta mas lógica, mas cercana a la verdad desde nuestra óptica sea que nacemos con la agresividad a cuestas (como el hombre del bacalao aquel) que puede degenerar en violencia en mayor o menor proporción, dependiendo de las circunstancias ambientales que nos rodean tales como los atropellos, abusos de poder, injusticias, humillaciones, y un sin fín mas de situaciones que presionan y desbordan los limites de la tolerancia o la frustración de cualquier ser humano que se sienta amenazado.
Reconocemos que es un tema complejo y se presenta en múltiples aspectos. Por un lado, por ejemplo, uno se ve tentado a justificar la “violencia” frente a los opresores, delincuentes, secuestradores, corruptos, en general, contra toda persona, grupo o situación que atente contra nuestra persona, familia o propiedad; pero resulta que la violencia en si no es un bien y aunque de momento se consiga aparentemente la paz y el orden, los resultados no son duraderos, y se fracasa cuando no se da una solución al conflicto de manera racional, lógica y pacifica.
Nuestros hijos y nietos serán personas pacificas y no violentas si los educamos para la PAZ.
El ambiente en el hogar es determinante tanto así que unos buenos y responsables padres equivalen a muchos maestros y la pareja es el fundamento de la familia, por ende de la sociedad y si esa pareja tiene problemas se reflejara en los hijos a través de su comportamiento.
Nuestro hijos y nietos serán menos agresivos porque habrán sido mas amados, mas comprensivos porque han sido mejor tratados, más libres porque le habremos ayudado a liberarse y así podrán oponerse a las estructuras de opresión y denunciar la violencia construyendo ellos mismos un mundo de PAZ.
¡Disfrutemos de este hermoso domingo, en familia, y tomemos en cuenta que la educación es la vacuna mas efectiva contra la violencia!