COLABORACIÓN
Las autoridades de Verón-Punta Cana deben asumir su responsabilidad. Mientras enfrentan problemas en educación, servicios públicos e infraestructura, no pueden desviar la atención.
El desarrollo de la comunidad requiere soluciones reales, no distracciones.
Por Antonio Corcino
En tiempos de desafíos, es esencial que las autoridades actúen con responsabilidad y claridad. Sin embargo, algunas veces se tiende a desviar la atención de los problemas reales, como si fuera un mago que, mientras te hace mirar la mano que brilla, esconde la que realmente importa.
Tal es el caso del director distrital de Verón Punta Cana, Ramón Ramírez, quien ha pedido al Ministerio de Educación resolver urgentemente la falta de cupos para más de 3,197 estudiantes, alegando que la alta demanda ha dejado a muchos fuera del aula.
El problema de fondo no se resuelve solo con señalar. Mientras Ramírez eleva una bandera roja para captar la atención sobre la supuesta crisis educativa, otros asuntos, como la ineficacia en la recogida de desechos, el deficiente alumbrado público y el caótico tránsito terrestre, permanecen en la sombra, sin respuestas reales ni acciones contundentes. Estos problemas son suyos, bajo su competencia, y aún siguen sin mejoría visible.
En ese sentido, el Ministerio de Educación, a través de la Dirección Regional 12-01, ha desmentido las declaraciones de Ramírez, asegurando que el 99 % de los estudiantes en la región de Verón-Punta Cana ya cuentan con cupos para el año escolar 2024-2025.
Además, sus funcionarios han anunciado la próxima apertura de cuatro nuevos centros educativos, lo que fortalecerá aún más la infraestructura académica de la zona.
Aquí es donde surge una metáfora poderosa: es como un capitán que, viendo que su barco hace agua, se enfoca en agitar una bandera para desviar la atención, cuando su verdadera obligación es tapar los agujeros.
El capitán, al igual que Ramírez, desvía los ojos de su tripulación hacia un espectáculo superficial, cuando su deber real es atender los problemas que amenazan el barco que lleva el nombre de Verón-Punta Cana.
Este tipo de comportamiento no solo es evasivo, sino oportunista. Al señalar problemas fuera de su competencia y dejar de lado aquellos que sí le pertenecen, se crea una ilusión de acción, de compromiso. Pero la población de Verón-Punta Cana, consciente de los verdaderos males que les aquejan, no puede ser distraída por mucho tiempo.
Entonces, es importante que las autoridades locales asuman sus responsabilidades sin caer en tácticas de distracción. La educación es, sin duda, un pilar fundamental para el desarrollo de la sociedad, pero la falta de soluciones a problemas cotidianos como los servicios públicos y la infraestructura también erosiona la calidad de vida de los residentes. El barco que es Verón-Punta Cana necesita un capitán que enfrente las tormentas y repare las grietas, no uno que se limite a agitar banderas llamativas para entretener a la tripulación.
El llamado a la acción es claro: en lugar de desviar la atención hacia lo que no le compete, es momento de que las autoridades locales pongan manos a la obra en resolver los problemas que afectan a esta comunidad, la cual el caos y el desorden le ganaron la batalla al orden.
Solo así se podrá recuperar la confianza y credibilidad en la gestión local, construyendo soluciones verdaderas que beneficien a todos.