COLABORACIÓN
Por Ángel Artiles Díaz
Donaldo Trump no puso por encima de él, el sistema de valores de los símbolos del poder, como debe hacerlo todo mandatario en el devenir de su accionar y se ganó el desprestigio mediático proyectándose como un espécimen del neolítico pre cerámico, esa etapa de la prehistoria que se realizó en el llamado Creciente Fértil entre el VIII y X milenios antes de Cristo.
Un movimiento revolucionario que estalló en París en 1830, dio como resultado la abdicación del rey Carlos X. Acto seguido, una comisión compuesta por las autoridades más importantes, se reunió para escoger un sucesor, y eligieron a Luis Felipe, Duque de Orleans.
Desde los primeros días de su reinado, Luis Felipe, se proyectó como un rey atípico, no sólo porque procedía de una rama diferente de la familia real, o porque no había heredado la corona, sino porque se la habían regalado.
A Luis Felipe, rey de Francia, le disgustaban las ceremonias y los atavíos de la realeza, tenía más amigos entre los banqueros que entre la nobleza; y su estilo no era el de crear una nueva clase de gobierno regio, como lo había hecho Napoleón.
Rebajó su status de rey, y se mezcló más con los hombres de negocios y con la gente de clase media que le habían llevado al gobierno.
Los símbolos que se asociaron con la figura de Luis Felipe, no eran ni el cetro ni la corona, sino el sombrero y el paraguas con los que él paseaba por las calles de París, pareciendo más un burgués que un rey. La sabiduría popular, lo adjetivizó llamándolo “El Rey Burgués».
La sociedad francesa, primero le celebró el comportamiento atípico, y con el paso de algunos años comprendieron que se habían equivocado: Luis Felipe no servía para ser REY.
Los pobres (clase social que para aquella época crecía desproporcionadamente y tenía entre sus componentes a la parte más radical) «…no encontró ninguna satisfacción en un gobernante que ni actuaba como rey ni gobernaba como hombre de pueblo…»
Y para no cansarles con el cuento, «La noche del 23 de febrero de 1848, una multitud de parisinos rodeó el Palacio del Rey, y con una rapidez que cogió a todos de sorpresa, Luis Felipe abdicó esa misma noche y huyó a Inglaterra. No dejó sucesor, ni siquiera lo sugirió.” Todo su gobierno colapsó y se disgregó como una bandada de aves al escuchar el disparo del cazador.
Luis Felipe conscientemente, disolvió el aura que de manera natural va unida a los reyes y a los gobernantes. Al burlarse del simbolismo de la grandeza, creía que estaba amaneciendo un nuevo mundo, donde los gobernantes actuarían y serían como ciudadanos corrientes.
Cuan equivocado estaba, «El sombrero y el paraguas del «rey burgués» divirtió a los franceses parisinos, al principio, pero pronto los irritó…»
Donaldo Trump nunca actuó como presidente de la nación más poderosa del mundo y por vía de consecuencia nunca fue tratado como presidente y, nunca volverá a ser presidente.