Por Johan Alfonso Atiles
Recientemente, las declaraciones del pastor Ezequiel Molina Sánchez sobre la situación de salud de un exalcalde —quien actualmente lucha por su vida tras sufrir un derrame cerebral— han generado una profunda ola de reacciones. “Yo no quiero estar en su lugar”, dijo Molina desde el púlpito, haciendo alusión a que este exfuncionario “se levantó contra la iglesia”. La frase, aunque breve, tuvo un gran impacto por lo que insinúa: una especie de vínculo entre un supuesto desacuerdo con lo espiritual y una enfermedad física.
La respuesta del hijo del exalcalde no se hizo esperar, expresada con dolor pero también con firmeza y respeto. Recordó que su padre, como todo ser humano, merece compasión, especialmente en un momento tan vulnerable. Reclamó que la iglesia, en vez de emitir juicios, debería ser espacio de empatía y oración, no de señalamiento.
Este cruce de palabras pone sobre la mesa un debate muy necesario: ¿hasta dónde debe llegar el juicio desde el liderazgo espiritual? ¿Y cuándo es el momento de hablar con humildad en lugar de con advertencia?.
La fe verdadera, como dijo Jesús, se mide por el amor, y en tiempos de enfermedad y dolor, el único lenguaje que debería usarse es el de la misericordia.
Porque nadie está libre del quebranto, ni física ni espiritualmente.
Las palabras del pastor, aunque posiblemente motivadas por su visión espiritual, cruzan una línea delicada cuando se vincula la enfermedad de una persona con un castigo divino.
Bíblicamente, Jesús mismo corrigió esa idea cuando sus discípulos le preguntaron si un ciego de nacimiento lo era por causa de pecado, y Él respondió: “Ni él pecó ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él” (Juan 9:3).
La Biblia nos llama a ser compasivos, especialmente con los quebrantados.
Proverbios 18:21 dice: “La muerte y la vida están en poder de la lengua”, lo que nos recuerda que nuestras palabras deben ser usadas con responsabilidad y amor, más aún cuando alguien está vulnerable.
Emitir juicios en momentos de dolor, lejos de reflejar el corazón de Cristo, puede causar división y desaliento. Como líder espiritual , el llamado es a consolar, edificar y restaurar, no a herir.
Las declaraciones del pastor, por duras que fueran sus razones, debieron ser guiadas más por el Espíritu de gracia que por el de juicio.