El más simple análisis sintáctico de las palabras que identifican el presente contenido sería suficiente
para concluir, que en la civilización occidental lo amorfo pretende suplantar a lo formal, lo anormal a
lo normal, lo asimétrico a lo simétrico, la vulgaridad a la decencia, el arribismo al talento, el ruido soez a la
solemnidad y así sucesivamente.
Restringimos los episodios que justifican el presente ensayo al teatro de la civilización occidental porque
ésta; precisamente, hace décadas está dando saltos Copérnico en reversa, en otras palabras: en forma sistemática, agresiva, dirigida y creciente reniega absurda e insólitamente de los valores y categorías que le dieron razón de ser y la perfilaron como referente de desarrollo para el resto de la humanidad en sus áreas más relevantes: salud, economía, ciencias, institucionalidad, educación, tecnología, otros.
Cabe destacar, que no estamos hablando del hemisferio occidental, al cual el meridiano de Greenwich separa del oriental mediante un arco imaginario, ¡NO!; hablamos de cultura occidental, de una visión del mundo sustentada en un trípode cuyos pilares son:
a. La cultura helenística como fuente cognitiva.
b. El Derecho Romano, como instrumento regulador de intercambio e interacciones humanas y entre los pueblos y,
c. Judeo-cristianismo, como visión transcendental de la existencia humana.
Europa, centro por excelencia de la cultura occidental se descristianiza en forma alarmante. La aplicación del Derecho no guarda afinidad con la justicia ni con la equidad y en muchos casos, parece ser una medicina a la que sólo tienen acceso las corporaciones y entes financieramente acaudalados. En este mismo orden, todo lo clásico y toda la grandeza cultural heredada de la Grecia clásica y el norte de África, otrora culturalmente desarrollado (Alejandría, Cartago y Antioquía); que tan favorablemente impactó todas las ramas de las bellas artes y del conocimiento, carece de la necesaria y resuelta determinación para confrontar los tantos antivalores enquistados en todos los niveles de los procesos de enseñanza y aprendizaje; así mismo, en todos los ámbitos de las bellas artes.
Enfocándonos precisamente en la herencia judeo cristiana, es pertinente citar la obra Retos para la Iglesia, de la autoría de la periodista francesa Marguerite A. Peeters, en la citada obra define y caracteriza la Nueva Ética Mundial de la siguiente manera:
Definición:
Es una revolución cultural global que se ha extendido por todo el mundo y ha logrado imponerse con nuevas palabras, nuevos paradigmas, normas, valores, estilos de vida y procesos de gobernabilidad. Es un sistema ético postmoderno y post- judeocristiano; una normativa global que rige las culturas del mundo.
Nuevo lenguaje mundial y nuevos conceptos: Ciudadanía mundial, desarrollo sostenible, diversidad cultural, derecho a elegir género, principio de equidad, derechos de la mujer, derechos reproductivos,
orientación sexual, aborto sin riesgo, maternidad segura, etc.
Exclusión de palabras como:
Verdad, moralidad, conciencia, razón, castidad, esposo, marido, mujer, padre,
madre, hijo, hija, complementariedad, servicio, ayuda, autoridad, jerarquía,
justicia, ley, mandamiento, fe, caridad, esperanza, sufrimiento, pecado,
naturaleza.
Ejemplos de cambios culturales:
a. De desarrollo como crecimiento se pasa a desarrollo sostenible.
b. De gobierno a gobernabilidad.
c. De democracia representativa a democracia participativa.
d. De autoridad a autonomía y a derechos individuales.
e. De esposos a pareja.
f. De felicidad a calidad de vida.
g. De la familia a todas las formas de familia.
h. De padres a reproductores.
i. De la identidad cultural a la diversidad cultural.
j. De voto mayoritario a consenso.
k. de valores universales a una ética mundial.
La esencia de la cultura occidental ha sido suplantada por un agresivo, tenaz y pernicioso relativismo moral; tan temerario, que desnaturaliza al ser humano juicios de valor tan concebibles, que parecen proceder de la ficción, pues de otro modo no es posible tabular la absurda pretensión de atribuir la sexualidad humana a la construcción social.
El poco renombrado escritor y poeta español Ramón Campoamor pudiera, desde su claustro funerario, observar como la verdad sucumbe ante la mentira, estaría lleno de risa, porque sin proponérselo, estos simples versos de su autoría constituyen la carta magna del relativismo moral.
«Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira
todo es según el color
del cristal con que se mira».
En occidente, como lo dejó establecido el Sr. Campoamor …dolorosa y lamentablemente “nada es verdad ni es mentira …”. Decimos dolorosa y lamentable, porque la democratización de la información a través de las redes
sociales está al servicio de lo peor; consecuentemente, somos vedados, impugnados y censurados quienes resueltamente resistimos la conjura de las multinacionales de la comunicación a nivel global, porque a ellas no les interesa el bienestar moral, social ni espiritual de la raza humana; sino, el desaforado incremento de sus capitales.
Esas multinacionales que monopolizan la comunicación son las madrigueras, protectoras y promotoras de los renombrados(as) personajes de la vulgaridad, de la indecencia, de las abominables asociaciones LGTB y sus derivaciones, del consumo de estupefacientes, del morbo descarado, de la disolución y extinción de la familia original y de cuantas aberrantes inconductas distancian más y más al ser humano de las normativas vivenciales acordes con su naturaleza y con su medio ambiente.
La degradación generalizada expuesta en el párrafo precedente tiene sus promotores visibles en esas cajas de resonancias, mediocridades e insolencias que se hacen llamar Influencers, Tik tokers, Youtubers, Bloguero, etc.
Hace más de mil años el matemático persa Al-Juarismi daba clases de matemáticas en la Casa de la Sabiduría de Bagdad. Se relata, que un estudiante le preguntó ¿Cómo puede calcularse el valor de una persona? luego de una detenida reflexión el maestro respondió:
«Si tiene ética, entonces su valor es = 1. Si además es inteligente, agréguele un cero y su valor será = 10. Si también es rico, súmele otro 0 y será = 100. Si, además de las cualidades anteriores, es una bella persona, agréguele otro 0 y su valor será = 1000. Sin embargo, si pierde el 1, que se corresponde a la ética, perderá todo su valor, pues solamente le quedarán los ceros».
Esta es la inevitable realidad en occidente, especialmente, en los países tercermundistas y subdesarrollados; porque las grandes naciones y dueñas de los grandes capitales proveen asistencia financiera y de otra naturaleza en la envoltura de ese odioso relativismo moral, condicionada asistencia aceptada indignamente por Estados irresponsablemente gobernados, porque reniegan de los valores que les dieron razón de ser como naciones soberanas; además, en muchos casos – República Dominicana, por ejemplo- el impacto de la degradación y la ausencia de ética son más notables, por la falta de regímenes de consecuencias que sancionen en forma ejemplar los actos de corrupción y otras inconductas que tanto flagelan a la sociedad.
La mentira cabalga a pasos de gigantes sobre el corcel del relativismo moral. Ella es una especie de poliedro de caras infinitas que en cada escenario y en cada circunstancia exhibe la conveniente: en los mercados, en la diplomacia, en las academias de estudios superiores, en la banca, multinacionales de la comunicación, en la política, en la educación, en la salud, en los órganos internacionales y agencias afines, otros y otros.
Finalmente y para quienes jamás nos postraremos ni rendiremos ante la mentira y su séquito pernicioso, desenvainamos como espada la célebre “Alea jacta est”, que el historiador Suetonio registra en su obra Vidas de los doce césares. Indefectiblemente “la suerte está echada”; por tanto, donde estemos y en las circunstancias que fueren, defender y promover nuestros valores resuelta, intransigente e irrenunciablemente es la consigna; porque haciéndolo así preservamos el futuro de nuestros hijos, de nuestras familias, de nuestra sociedad y de nuestra Patria.