Redacción Quevedo Informativo.-Nuestra Señora de la Altagracia o Virgen de la Altagracia es una advocación mariana mejor conocida por ser la protectora del pueblo dominicano.
Su festividad es el 21 de enero, día no laborable en la República Dominicana en el que muchos fieles devotos de la Virgen concurren desde toda la región de Latinoamérica a su santuario en la Basílica Catedral de Nuestra Señora de la Altagracia, en Higüey, provincia La Altagracia.
También se destaca su devoción en la diáspora dominicana, como en la ciudad de Nueva York, donde su fiesta patronal es también el inicio del Mes de la Herencia Dominicana.
Tradición dominicana
De acuerdo con una leyenda dominicana, hubo un colonizador español que vivió siglos atrás en la Villa de Higüey y se dedicaba a vender ganado, por lo que viajaba constantemente a la ciudad de Santo Domingo.
En uno de sus viajes, sus dos hijas le pidieron un encargo: su hija mayor le pidió que le comprara vestidos, cintas, encajes y otros accesorios femeninos; la hija menor, en cambio, solo le pidió que le llevara la imagen de la Virgen de la Altagracia, ya que ella la había visto en sueños.
Para todos fue extraño, ya que nadie había escuchado hablar de tal Virgen. Cuando el padre de las niñas iba de regreso con los regalos de la hija mayor, le dio pena no haber conseguido la imagen de la Virgen de la Altagracia, a pesar de haberla buscado diligentemente. Incluso fue y preguntó a los canónigos del cabildo y al mismo arzobispo, quienes le contestaron que no existía tal advocación.
Cuando iba por la localidad Los Dos Ríos, se quedó a pasar la noche en la casa de un viejo amigo. Mientras cenaba con la familia, refirió el caso de la Virgen desconocida, manifestando el sentimiento de aparecerse en su casa sin llevar el encargo que le había hecho su hija predilecta.
Esa misma noche, un anciano viajero pidió posada en la casa. Mientras el padre de la niña estaba hablando de la Virgen, el anciano dijo que él la tenía consigo, y sacó de su bulto un rollo que contenía la pintura de una preciosa imagen de la Virgen María adorando al Niño Jesús recostado en un pesebre.
La mañana siguiente, el padre buscó al anciano, pero extrañamente no volvió a aparecer. Finalmente, al llegar el hombre a su casa les dio los respectivos regalos a sus hijas.
La niña recibió a su padre en el mismo lugar donde hoy se encuentra el antiguo santuario de Higüey, y que allí, un 21 de enero, al pie de un naranjo, mostró a quienes se encontraban presentes la imagen, estableciendo ese día el culto a la venerada Virgen de la Altagracia. La niña fue sepultada a los pies del naranjo, y durante más de un mes el retablo aparecía en el árbol bajo el cual se hallaba su dueña.
Festividad
El peregrinaje y celebración de la festividad de Nuestra Señora de la Altagracia data del período colonial.
Algunos historiadores afirman que la fiesta oficial es el 21 de enero porque en ese día de 1691 se llevó a cabo la Batalla de Sabana Real en la parte este de la isla de Santo Domingo, donde el ejército español derrotó al ejército francés.
La victoria sobre los franceses fue atribuida a su intercesión, como lo indica un documento firmado por el arzobispo fray Isidoro Rodríguez Lorenzo (1767-1788), en el que aprueba la celebración del 21 de enero cada año.
Coronación canónica
En el siglo XX la imagen de Nuestra Señora de la Altagracia fue coronada dos veces: durante el pontificado del papa Pío XI y personalmente por el papa Juan Pablo II.
Su primera coronación fue el 15 de agosto de 1922, en la Puerta del Conde. Habiendo obtenido el permiso previamente del papa Benedicto XV de parte de Mons. Adolfo Alejandro Nouel, fue el recién elegido papa Pío XI quien envió como su representante a Mons. Sebastián Leite de Vasconcellos, arzobispo titular de Damietta, conde romano y figura eminente del episcopado portugués.
Para la ocasión, la imagen fue trasladada desde su santuario original en la Parroquia San Dionisio y fue enmarcada en oro y adornada con piedras preciosas y coronada con una corona elaborada en el taller de orfebrería de José Oliva, modelada por el gran artista dominicano Abelardo Rodríguez Urdaneta.
Durante su primera visita al país el 25 de enero de 1979, el papa Juan Pablo II bendijo la Basílica Catedral de Nuestra Señora de la Altagracia, y en su segunda visita el 12 de octubre de 1992, coronó personalmente a la imagen con una diadema de plata sobredorada.
El 15 de agosto de 2022, le fue entregada una Rosa de Oro enviada por el papa Francisco en las celebraciones de clausura del centenario de su coronación canónica.