COLABORACIÓN
La fecha, 30 de Diciembre, y el día, hoy es sábado, son propicios para evocar recuerdos navideños de nuestra infancia.
Cuanto ha cambiado la manera de celebrar las navidades y ocurre por una razón muy lógica, sencillamente porque nosotros tampoco somos como antes, también hemos cambiado … todo ha cambiado, el clima, la música, la comida, la salud y hasta la manera de relacionarnos.
La transformación del sentido de fiesta familiar y religiosa de la Navidad ha supuesto que a los compromisos de la familia de sangre se sumen en ocasiones la de vecinos y hasta amigos y compañeros de trabajo.
Se vive una multiplicación de eventos promocionados por los diferentes medios de comunicación desde antes de la llegada del mes de Diciembre incluyendo hoy las redes sociales, que inciden de manera directa en nuestro estado de ánimo y hasta en la alimentación, tanto asi que observamos que hay quienes prefieren escapar de las «obligaciones navideñas» en la casa para en vez de reunirse para compartir con la familia, se dirigen a un complejo hotelero donde los conocidos son muy pocos y se vive en un ambiente de exceso de consumo pues se come y se bebe de manera desaforada.
Los de mi generación recordarán que en nuestra infancia había que esperar a que llegase el mes de Diciembre y que conste no los primeros días, para ver manzanas, uvas, peras, avellanas, coquitos, gomitas y demás golosinas alegóricas a la época.
Todo se preparaba en la casa salvo la ración de carne de cerdo que ya sazonada por expertas manos familiares se llevaba a hornear a la panadería del vecindario pues en las casas se cocinaba con carbón, en fogón o en anafe, ya que las estufas, con horno incluido, brillaban por su ausencia … recuerden que hablamos de las décadas ’50-60′.
La Iglesia Católica celebraba lo que se llamaba popularmente Misa del Gallo a la medianoche (o poco antes) del 24 y era de carácter penitencial con ornamentos color púrpura y de esta forma se recibía el día de Navidad conmemorando el nacimiento de Jesús, pero luego del Concilio Vaticano II convocado por el Papa Juan XXIII en 1959 el formato del ritual cambió.
Podría decir que en esta época se celebran dos estilos de festividad navideña, la de los abuelos, nacidos y todavía enchapados en el mundo análogo, donde la tradición de poner juguetes se concentraba en el día de los Santos Reyes (6 de Enero) y la de los nietos nacidos en la era digital para quienes los Reyes Magos no existen.
El engalanar las mesas con los manteles, la vajilla, cubiertos incluido, en ocasiones heredados, ha cambiado pues hay quienes apelan a utilizar los desechables, pero esas mesas siguen repletas de comida y hoy día con una mayor variedad de bebidas que invitan al exceso pero lo más prudente es que prime la palabra moderación.
Aquellas eran navidades sin kilométricos programas de radio, sin televisión, sin celulares, sin internet, sin juguetes electrónicos, sin carritos a control remoto, sin muñecas Barbie, sin vendedores ambulantes, ni vehículos con música estridente por las calles, sin centros comerciales cuyas áreas aledañas se observan mas que congestionadas, sin motoconchos, eran días con un mínimo de contaminación ambiental y acústica; se sentía y respiraba un verdadero ambiente de Navidad, en familia, y hay que destacar que se celebraban sin ese derroche ni ese afán de demostrarle al otro cuan suculento ha sido el menú preparado, cuanto se ha gastado, y los arbolitos eran iluminados con bombillitos que no eran led y un nacimiento con pastores de madera o de cerámica, a veces con una oveja dormida al hombro de uno de los Pastores.
Algo que no ha cambiado es que al vivir un buen porcentaje de la población del trabajo informal y otros en base al salario mínimo, las personas tienen la capacidad de poner a prueba la elasticidad ($$$$) del bolsillo a través de la imaginación y del clásico regateo al tener que adquirir un producto.
¡Hasta una próxima entrega sabatina !